Auguste Herbin, Alphabet Plastique I, circa 1950
“Como la música, la pintura tiene su propio alfabeto que servirá de base para todas las combinaciones de colores y formas». – Auguste Herbin
Los lenguajes cifrados del arte y la poesía
Edgar Cherubini Lecuna
“La sociedad acepta algunas cosas como reales, pero la realidad visible esconde otras más profundas y es el artista quien las revela”,[1] esto lo dice James Baldwin al describir la misión del artista en la sociedad, que tiene como fin el de revelar todo lo que pueda descubrir con respecto al misterio del ser humano. Por su parte, Theodor Adorno, afirmó en su momento que el arte en sí mismo es un enigma, “Es como una escritura jeroglífica cuyo código se hubiera perdido y cuyo contenido está determinado en parte por dicha pérdida”.
La percepción y reflexión de un fenómeno por un artista y la necesidad de comunicar lo que ha observado, descubierto, ideado o inventado es su arte, pero ¿cómo aborda el arte la realidad? Sobre esto, Aristóteles abre tres opciones que, según Jorge Wagensberg, se relacionan con la intención del artista: “Ocuparse de lo que la realidad es, de lo que la realidad parece o de lo que la realidad debe ser”. El autor concluye que una obra de arte es un pedazo finito de realidad que distorsiona una experiencia del mundo para encender en la propia mente o en la ajena, una ampliación de tal experiencia, por lo tanto, “una obra de arte es una compresión en pos de una expansión”.[2]
Tomás de Aquino (S. XIII) lo definió el arte como “el recto ordenamiento de la razón”. Esto nos conduce a pensar que el arte está formado por un conjunto de códigos que, al utilizarlos de forma racional, intuitiva o metafórica, configuran un mensaje cuyo fin es el de trasmitir una información al receptor de la obra. Por lo tanto, el arte utiliza un lenguaje propio que le permite establecer un diálogo con el observador y “los lenguajes son ventanas que nos permiten asomarnos a la realidad de una manera única”, diría George Steiner.(3)
A propósito de esto último, la abstracción, es una tendencia del arte que desde sus inicios estableció códigos de lectura que transformaron la visión del mundo. Kathleen Hall, una estudiosa de esta corriente, se refiere a su surgimiento del Arte Abstracto a finales del siglo XIX y especialmente a los padres fundadores del movimiento: Wassily Kandinsky, Frantisek Kupka, Piet Mondrian y Kazimer Malevich, expresando que esos artistas se sintieron los mensajeros de un mundo metafísico y comunicar este conocimiento se convirtió en el objetivo de su arte. El lenguaje con el que estos artistas tradujeron su visión de ese mundo fue la abstracción: “eran escribas que pintaban lo que no se podía decir con palabras”.(4)
Con su obra Composición en Rojo, Azul y Amarillo (1930), Piet Mondrian utiliza solamente líneas rectas y colores básicos. Mondrian había leído con avidez los ensayos teosóficos de Blavatsky (1831-1891) y Schoenmaekers (1915), en los que este último argumentaba: “Los dos extremos absolutos fundamentales que conforman nuestro planeta son: la línea de fuerza horizontal, es decir, la trayectoria de la Tierra alrededor del Sol, y el movimiento vertical y profundamente espacial de los rayos que tiene su origen en el centro del sol. Los tres colores principales son el amarillo, el azul y el rojo. No existen más colores que ellos”. Mondrian adoptó las formas geométricas y colores primarios para representar la compleja estructura del universo. Kandinsky y Mondrian reflexionaron sobre la posibilidad de crear un lenguaje universal mediante la utilización de un alfabeto con colores, con la intención de trascender las particularidades geográficas y culturales del receptor de la obra de arte: el espectador.
En 1942, Auguste Herbin (1882–1960) comienza a elaborar sus obras a partir de un código inventado por él, al que denominó Alfabeto Plástico (Alphabet Plastique), estableciendo correspondencias entre las letras, los colores, las formas geométricas y las notas musicales. En su libro L’art non figuratif-non objectif, lo explica: “El color es un elemento primordial de la vida del universo y este se define por la luz materializada por lo oscuro. Esto quiere decir que todos los colores en la naturaleza son el resultado de la acción recíproca de la energía de la luz y de la energía de lo obscuro. Así como son necesarios dos principios para el nacimiento del color, existen dos colores esenciales que se corresponden con la preponderancia de cada uno en esos dos principios: el azul resulta de la preponderancia del principio de oscuridad y el amarillo del principio de la luz. Sus mezclas, directa o indirectamente, producen el verde, expresión de la inmovilidad, color del mundo vegetal, o el púrpura, expresión movible del claro al oscuro, color del reino humano y vegetal”.(5)
Alfabeto de plástico de Herbin
M: amarillo barita; forma triangular; sonoridad media.
A: rosado. Este color resultante de la acción de las cuatro fuerzas etéricas, el rosa irá acompañado de una forma resultante de la combinación de las formas esférica, triangular, hemisférica y cuadrangular. Correspondencia musical: do, re, mi, fa, sol, la, si.
T: violeta azul oscuro; combinación de formas hemisféricas y cuadrangulares; el, sol, si.
I: naranja, combinación de formas esféricas y triangulares; sonido: re.
N: blanco; va acompañado de todas las formas de sonoridad: do, re, mi, fa, sol, la, si.
En las reflexiones de Herbin, los colores por sí mismos tienen “poder espacial”: «El color, expresado en su extensión bidimensional, posee, en sí mismo, un poder espacial. Algunos colores expresan el espacio en profundidad (los azules), otros el espacio frontal (los rojos). Algunos colores expresan el resplandor de adentro hacia afuera (los amarillos), otros de afuera hacia adentro (los azules). Algunos colores expresan movilidad (rojos, amarillos y azules), otros la inmovilidad (blanco, negro y verdes), otros movilidad e inmovilidad según sea percibido (rosas y violetas)».
Herbin utiliza cuatro (04) formas fundamentales a las que califica de unidades significantes como en lingüística: “La esfera, el hemisferio, el triángulo y el cuadrángulo (rectángulo y cuadrado). Por tanto, el sistema tiene tantas unidades significativas -como en lingüística se podría decir tantos fonemas- que luego puede articularse entre sí jugando, con gran libertad, en las relaciones de escala de formas-colores entre ellas; así que aquí tenemos la definición de un código que preexiste a cualquier idioma ”. Recordemos que Platón asoció sus poliedros regulares convexos o cuerpos cósmicos con los elementos, así vemos que el fuego está asociado con el tetraedro; el aire, con el octaedro; el agua, con el icosaedro y la tierra, con el cubo, indicando que aún es posible una quinta forma, el dodecaedro, utilizado por Dios para la arquitectura del universo.
Sobre la paradoja de la autonomía y dependencia de los colores, Josef Albers inicia en 1950, su notable Homenaje al cuadrado, una serie de más de dos mil composiciones de colores en las que todas parten de la disposición en el plano de cuatro cuadrados coloreados, de manera de permitir al observador descubrir la interacción de un determinado color con los colores que lo rodean, demostrando así la ambigüedad sustantiva del color. Alber afirmó con contundencia que “un color casi nunca se ve como realmente es, como es físicamente. Este hecho hace que el color sea el medio más relativo en el arte. (…) El color, pienso, se comporta como un humano, de dos maneras distintas: primero dentro de su existencia autónoma, después en su relación con el otro”.(6)
No solo fueron pintores los que se asomaron a las ventanas de la realidad para descubrir formas ideales en dimensiones sublimes o verdades escondidas a nuestras limitadas percepciones. Arthur Rimbaud (1854-1891) elaboró una gramática a color a partir de su apocalipsis personal. En su poema Voyelles[7], les asigna un color a las cinco vocales, en lo que sería un intento de crear un lenguaje cromático a partir de su inclemente experiencia vital:
A negro, E blanco, I rojo, U verde, O azul: vocales, contaré algún día tus nacimientos latentes:
A negro y peludo corsé de moscas resplandecientes,
Que zumban girando en torno a hedores insoportables
Golfos de sombra;
E, candor de vapores y tiendas,
las lanzas de los orgullosos glaciares, esos reyes blancos, escalofríos de umbelas;
I, púrpura, escupitajo sanguinolento, risa de hermosos labios
En cólera o en penitente borrachera;
U, ciclos, estremecimientos divinos de los mares verdosos,
la paz de los pastos sembrados de animales, la paz de las arrugas
que la alquimia imprime a las grandes frentes estudiosas;
O, Clarín supremo lleno de raras estridencias,
los silencios atravesados por Mundos y Ángeles;
– O la Omega, el rayo violeta de sus Ojos.
Un ángulo de aproximación a estas formulaciones y hallazgos nos la da Blanca Rego, quien escribe sobre la Sinestesia, entendida como la experiencia de asociaciones inusuales entre dos sensaciones de orígenes aparentemente diferentes, como la correspondencia entre el sonido y los colores o entre objetos y colores. La autora analiza, entre otros, el caso de la cantante Margaret Watts Hughes, que inventó el Eidófono (1834), un aparato para visualizar la voz, mediante el cual su canto generaba diferentes dibujos y formas que ella luego coloreaba. “Para ella era un misterio el por qué surgían esas figuras, pero era consciente de que quizá sugerían algo respecto a cómo produce la naturaleza sus formas. Su conclusión fue que “el universo se había formado a partir de las vibraciones de la voz de Dios”.(8)
[1] James Baldwin, The Creative Process. The Price of the ticket, Penguin Random Hause, 1985.
[2] Jorge Wagensberg, El gozo intelectual: teoría y práctica sobre la inteligibilidad y la belleza, Tusquets Editores, 2007.
[3] George Steiner, Grammaires de la créatión, Gallimard, 2005.
[4] Kathleen Hall, Theosophy and the Emergence of Modern Abstract Art, TF Magazine, 2012.
[5] Herbin, Auguste, L’art non figuratif-non objectif. Editeur Hermann, France, 2013.
[6] Josef Albers, Interaction of Color, Yale University Press, 1963.
[7] Arthur Rimbaud, Œuvres completes, Collection Bibliothèque de la Pléiade (n° 68), Gallimard, Paris, 2009.
[8] Blanca Rego (Mujeres que vieron el sonido, 6 pioneras de la música visual, Canino, 13.11. 2018).
