«La miopía y el desprecio hacia la cuestión indígena, han relegado a los indígenas a la trastienda de los Estados».
«Los Yanomamis, se encuentran hoy en vías de extinción, a causa de la invasión de buscadores de oro y la deforestación de sus territorios ancestrales».
Condenados a desaparecer
Edgar Cherubini Lecuna
París, 31.08.2012
En el mundo existen dos tipos de gente, los yanomamö y los que no lo son. Estos últimos somos nosotros, los nabë:intrusos, forasteros, enemigos o simplemente ajenos a la selva. Yanomamö o Yanomamis, significa “gente nuestra”, aunque el monema yano “casa” acompañado del sufijo ma significael que“hace su propia casa” o shabono, para así diferenciarse de los animales. Siglos atrás los Yanomamis, procedentes de la sierra Parima, en la frontera de Venezuela con Brasil, se dispersaron por todo el alto Orinoco y sus afluentes, dividiéndose en varios linajes. Unos fueron hacia el norte y se llamaron a sí mismos sanema, otros se expandieron hacia el nordeste y se les conoce como ninam. Los shamatari, ocuparon las riberas del río Siapa, estos últimos jamás han visto a un nabë. Dentro de la misma étnia se encuentran diversos dialectos y denominaciones: yanoamii, yanoamö, xiriana, shamatari, yaninam, shirishana, entre otras. Habitantes originales de la selva, viven en los límites virtuales entre Brasil y Venezuela, en un territorio de 250.000 Km². Su población actual no llega a los 15.000 individuos en Brasil y cerca de unos 11.000 en Venezuela. Los Yanomamis, se encuentran hoy en vías de extinción, a causa de la invasión de buscadores de oro y la deforestación de sus territorios ancestrales.
Hijos de la Luna
En su mitología, los shirishanas dicen provenir de las estrellas. Los sanema se llaman a sí mismos “hijos de la Luna”. En sus shabonos o casas comunales circulares, conviven varias familias, respondiendo a un sistema comunitario establecido hace miles de años, con códigos y valores propios. Sólo para citar un fragmento de su entramado de creencias, cada uno de los habitantes del shabono tiene su non-eshi, alter ego o doble espiritual, que habita en las entraña de la selva; por eso, cuando un Yanomami se enferma es porque en algún lugar de ésta, se ha caído una cría de su nido, o un animal se encuentra herido o sufriendo. De allí que la comunidad en pleno se dedique a buscar en la intrincada foresta la causa del problema y de no encontrarla, realizan una representación teatral donde hacen como si colocaran a un pichón en su nido o sanaran a un animal, hasta que el shamán, entre mantras y danzas, logra restaurar la salud del paciente. Los niños Yanomamis tienen su escuela en la misma naturaleza, ayudados por la cosmovisión de sus padres, donde los mitos juegan un papel vital para entender el mundo y a ellos mismos. Para un Yanomami, cada individuo y todos los seres, sean animales o vegetales, son en sí portadores de una energía que forma parte de una gran fuerza vital universal. Un Yanomami sabe que el universo es eterno y que la luna, el sol, las aguas de los ríos, las montañas y todos las cosas que existen tienen una “historia” que habla por sí misma, que ellos pueden leer y escuchar. Un Yanomami es capaz de distinguir en su territorio hasta 1.500 distintas especies de plantas de flores y alrededor de 750 especies de árboles (30.000 en toda la Amazonia), con propiedades nutritivas y medicinales. De las 1.800 diferentes especies de aves, un Yanomami puede llamar por su nombre a 400 de ellas y es posible que haya clasificado sus diferentes plumajes y cantos. Igualmente puede identificar a 150 de las 300 especies de mamíferos y a 100 tipos de reptiles. De las 2.500 especies de peces, 50 le son familiares, así como innumerables tipos de mariposas de los 10.000.000 de especies de artrópodos de la Amazonia. Esta diversidad la encuentra a su paso mientras recorre en irreductible gesto de libertad su vasto país vegetal, un mundo aparte de unos 1.200.000 Km². En medio de ese océano de selvas el Yanomami observa en el paisaje las grandes mesetas de arenisca, las primeras que se elevaron sobre la corteza terrestre, en cuyas cumbres se detuvo la evolución.
El Estado Amazonas venezolano y su territorio de 184.000 Km², forma parte del “pulmón verde del planeta” y constituye una de las más prodigiosas reservas de recursos naturales del mundo. Sus bosques pluviales tienen una antigüedad de 75 millones de años y, junto a otros idénticos ecosistemas a lo largo del verde cinturón ecuatorial del globo terráqueo, pasando por Africa y Asia, interactúa con las zonas polares manteniendo el equilibrio climático al producir nubes, lluvias, agua y oxígeno para todo el planeta. Los Yanomamis son los habitantes más antiguos de ese ecosistema y allí han sobrevivido durante miles de años debido a su organización social y cultural, logrando un perfecto equilibrio con su medio ambiente gracias a una original interpretación de la vida, basada en la libertad individual conectada a profundas corrientes espirituales.
Una etnia en vías de extinción
Los Yanomamis, una de las etnias más antiguas de la humanidad, se encuentran hoy en vías de extinción, a causa de la invasión organizada de empresas y aventureros en busca de madera y minerales por toda la Amazonia. Los garimpeiros o mineros ilegales, buscadores de oro en su gran mayoría, arrasan indiscriminadamente grandes extensiones de selva y utilizan mercurio en el proceso de extracción que perjudica los suelos y envenena los ríos. A esto hay que añadirle su ferocidad y desprecio hacia el indígena. La deforestación por la tala de grandes extensiones de bosques ha reducido notablemente sus territorios ancestrales, provocando éxodo y hambruna a miles de ellos. La idea del gobierno brasileño es la de reducir la selva amazónica al 50% de su tamaño, cientos de kilómetros cuadrados de selva tropical son arrasadas anualmente, para beneficio de las corporaciones madereras, petroleras, mineras y de biocombustibles, sin importarle la destrucción de la biosfera, el calentamiento global del planeta, la desaparición de miles de especies animales y de plantas, así como la extinción de etnias que son los reservorios de la sabiduría ancestral de la humanidad.
Amazonas venezolano
En relación al Estado Amazonas venezolano, éste se encuentra protegido, en teoría, por la figura jurídica denominada Áreas Bajo Régimen de Administración Especial (ABRAE), que engloba tres Parques Nacionales y una Reserva de Biosfera de 83.000 Km², además de la prohibición de cualquier actividad minera y de la explotación forestal. Sin embargo, es patético el estado de ingobernabilidad de esos territorios selváticos. La mayoría de los 11.000 Yanomamis que habitan en el Alto Orinoco, padecen malaria, oncocercosis o ceguera de los ríos, tuberculosis, helmintiasis, asma y anemia, entre otras enfermedades. En algunas comunidades, la hepatitis viral presenta una incidencia de 85%. La presencia del hombre blanco, les modifica su estructura mental y social, igualmente los aleja de su sistema natural de supervivencia. Los Yanomamis están siendo sistemáticamente aniquilados por los garimpeiros, tanto brasileños como venezolanos, quienes los utilizan como guías, los esclavizan, hostigan, asesinan y violan a sus mujeres. El solo contacto con los nabë desata entre ellos epidemias causadas por virus ante los cuales su sistema inmunológico no tiene defensas. Hasta la fecha no se observan acciones coherentes y programas permanentes de parte de Brasil o Venezuela para prevenir y controlar tales situaciones. La miopía y el desprecio hacia la cuestión indígena, han relegado a los indígenas a la trastienda de los Estados. En el caso de la Amazonia venezolana, durante varios siglos, el Estado delegó en la Iglesia católica y misiones evangélicas “el cuidado” de los indígenas como si se tratase de minusválidos, para luego permitir que ideologías radicales mesiánicas y fundamentalistas los penetraran o fueran portavoces de sus reivindicaciones. En la actualidad, el Amazonas venezolano es el escenario de una lucha de poderes por el control de esos territorios por parte de militares, diversos entes gubernamentales, multinacionales mineras, garimpeiros y un nuevo actor en este drama, la guerrilla colombiana aliada con el narcotráfico. Todo esto amenaza la supervivencia de este ancestral grupo humano, víctima desde hace quinientos años de un sistemático etnocidio.
Existen dos tipos de gente, los que saben leer el cuerpo del mundo y entienden las voces de la selva porque son su propio cuerpo y su propia voz y los que, ciegos de poder, codicia e ignorancia, la explotan y destruyen.